Por: Dr. Fernando Botta
Un día fui a atender un paciente a domicilio. Un hogar muy pobre, modesto, con la sobrecarga de decoración que tienen todos los hogares humildes.
No se por qué pero la misma sobrecarga decorativa he notado en los domicilios de la gente adinerada. Es como si unos pretendieran por medio de sus adornos disimilar lo que no tienen y los otros mostrarlo. Pero el tema no viene por ahí, discúlpenme la dispersión.
El hombre,de 62 años de edad, policía jubilado, estaba aquejado de síntomas que rápidamente me permitieron hacer el diagnóstico de una infección urinaria importante y de un agrandamiento de la próstata. Cuando yo estaba dándole mis diagnósticos y preparándolo para la consulta con el urólogo para su eventual cirugía surge detrás de unas cortinas que comunicaban a otra habitación su esposa, muy desgastada ella, parecía mayor que él y manifiesta que ya sabían que tiene que operarse de la próstata pero se negaba.
Procedí a preguntarle qué impedimentos tenía y, como me contestaba con evasivas, supuse que tendría algo que ver con los mitos sobre la potencia sexual por lo que lo interrogué directamente.
Efectivamente el hombre estaba convencido que si se operaba la próstata quedaría impotente. Le expliqué que no debería alterarse su potencia sexual mas que por mecanismos sicológicos y que la única alteración que tendría sería la ausencia de eyaculación, pero que mantendría sus orgasmos y que por lo tanto solamente perdería su capacidad de engendrar, que su vida sexual no cambiaría .
Contestó muy parsimonicamente : -» Total esta vieja no queda embarazada ni por decreto del gobierno y a mi edad no voy a andar pasando vergüenza con chiquilinas».
Me fui de la casa convencido que el hombre se operaría y que había sido muy fácil convencerlo, solo con darle la información correcta que él no había recibido oportunamente.
A los pocos días me llega la invitación por escrito para asistir a su cumpleaños, fui a darle una breve visita y me explicó que estaba muy agradecido a mi información, que se operaría la siguiente semana y que deseaba festejar su cumpleaños con todos sus seres queridos por las dudas. Mantenía el miedo a morir en la operación pero lo vencía con facilidad. A los tres meses, cuando yo ya ni me acordaba de la cara del hombre, concurre a mi consulta, seguramente si lo hubiera visto en el domicilio me acordaría de él pero al sacarlo del lugar donde lo había conocido yo no lo recordaba.
Al entrar era evidente el enorme bulto en su entrepierna, que le dificultaba el caminar. Pensé » Que hernia mas enorme tiene este hombre», le pregunté por qué venía y me dice muy jovial: – «¿ Cómo no se acuerda de mi? Soy el que iba a dejar embarazada a la vieja.» En ese momento lo reconocí y le pregunté por su próstata ( y trataba de hacer memoria sobre su hernia pero mi mente no hallaba ningún recuerdo sobre una hernia y menos de ese tamaño), como andaba, como había quedado.
Me contestó que se había operado, que estaba muy bien , que su potencia sexual ya había sido probada varias veces y que venía a agradecerme , inmediatamente empezó a desprenderse el pantalón y ante mi asombro extrajo de su calzoncillo un huevo de ñandú que había recogido en el campo expresamente para mi y que había colocado entre sus testículos para que estuviera en contacto con su virilidad «salvada» por mi. En fin, que son las sorpresas de la vida y los misterios de la conducta humana, pero el hombre me demostró su agradecimiento.
jaja asi pasa nuestros pacientes son impredecibles